jueves, 26 de abril de 2012

Esas utopías que es bueno cultivar..

Lo esencial es luchar por un mundo que haga las delicias de las almas tiernas y la felicidad de las ardientes, donde los afectos platónicos y las relaciones perfectas encuentren su lugar al lado de los abrazos más vigorosos. Huir del que te ama, amar al que te huye. Ser el que siempre paga el plato, al que todo el mundo se le ríe, cegarse ante la evidencia y amoldarse a ello... No estar seguro de nada, ni de vos mismo ni de los afectos, vivir en el país del quizás, no ser más que un punto de interrogación que dice: te quiero. En el amor, la abundancia de bienes no molesta. El amor no padece de ninguna enfermedad, es por completo lo que debe ser en cada instante, con sus abismos y sus esplendores. Sigue siendo esa parte de la existencia que no podemos controlar. No lo salvaremos de las heridas que lo afectan, sigue siendo impuro, hecho de oro y barro. Ciertas veces vemos progresos en la condición de los hombres y de las mujeres, pero no hay progresos en el amor. Siempre formará parte del ámbito de la sorpresa...
Al llegar al atardecer de nuestra vida, tenemos la sospecha de que a veces hemos actuado mal. Quizás no hemos utilizado las palabras adecuadas para el amigo que las necesitaba, o dejamos de lado algo que nos habían confiado, tal vez hemos abandonado a alguien o lastimado a nuestros seres queridos. Algunas veces fuimos cobardes y mezquinos, pero otras nobles y generosos. Esa es la abundancia del corazón: en medio de tanta bajeza, es capaz de hacernos mejores, de elevarnos por encima de nosotros mismos. No hay que avergonzarnos de nuestras contradicciones o de ser lo que somos. No hay que dejar que nos intimiden... No hay un único camino hacia la felicidad. 
Amamos tanto como los hombres pueden amar, es decir, imperfectamente. 

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