martes, 26 de julio de 2011

Siempre encontraba el medio de cometer el error que más ansiaba evitar.

Amar, lo queramos o no, es zambullirse en un humus antiguo y mágico, resucitar miedos infantiles, esperanzas desmesuradas, servidumbre y crueldad mezcladas. ¿Qué hemos ganado luego de lograr nuestra liberación? ¡El derecho a estar solos! Se habla demasiado del amor de tal como debería ser y no de como es en verdad. Hablar de él, critican. Pero la vida consiste también en glorificar, y la admiración a menudo es más bella que la crítica. Pero el amor encarna también nuestros fallos anteriores; inventario de las esperanzas frustradas, curriculum vitae de nuestros fracasos. Pero esos errores nos han convertido en lo que somos, y un poco de su sustancia permanece en nuestra carne hasta el final. 
Empezamos nuestra carrera amorosa sin claves ni reglas del juego. Esta carrera comienza en el período llamado "adolescencia". Llamamos adolescencia a ese período en la vida humana(que a veces continúa mucho más tiempo) en que se experimenta hasta el deslumbramiento la belleza de los seres y nuestra torpeza en acercarnos hacia ellos. En esta tierra, hay más de lo que jamás podré obtener, hay demasiado que abrazar, que codiciar. La adolescencia también es la incapacidad de elegir, la edad en la que el impulso prevalece sobre la razón. Resplandor de los deseos, provocación permanente. También hay un escalofrío sagrado, un estupor de los seres que se buscan, se admiran  y nunca se cansan de devorarse con los ojos

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