Cada mañana me despierta lo mismo; una ola con bastante alegría al saber que tengo todo un día para no equivocarme, para pensar las cosas antes de hacerlas y no decir algo de lo que me pueda arrepentir después. Para no herir los sentimientos de alguien que con su angustia pueda herir los míos luego. Para seguir adelante con lo que realmente me hace felíz. Cada mañana es igual. Pero siempre me repito que el día posterior no será igual al anterior. Me gustaría intentar no hacerme la cabeza con detalles que pueden hacerme desconfiar, ir de frente por la vida, que hoy por hoy se hace complicado. Algunos dicen que Dios te da pruebas y que te haces más fuerte al superarlas o simplemente al ignorarlas, aunque no creo que ignorar sea la mejor opción. Yo creo que esas pruebas me desgastan. No creo ser tan fuerte como todos creen. Ni tan segura de mí misma. Soy común; ordinaria e insegura. Yo me aguanto el llanto propio para no generar el ajeno, y no es algo extraordinario. Es pura empatía con el sufrimiento de quien posee poca tolerancia. En fin, no soy mejor ni peor, simplemente soy yo, simplemente es siempre todo lo mismo.
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